No es fácil para todo el mundo pedir cita a un psicólogo. A algunas personas les angustia pensar qué van a decir; a otras, qué van a opinar de ellas; a otras si servirá para algo, otros tienen sensación de "valer menos" si toman esa decisión...
En realidad, todos intentamos resolver nuestras dificultades solos. Cuando no estamos tan mal para darnos cuenta de que podemos estar mejor, estamos listos para pedir ayuda. Primero a los amigos, la familia, después, al médico de cabecera... (si no, tal vez sean otros los que la pidan por nosotros).
En la primera toma de contacto, yo procuro recopilar los datos suficientes sobre los factores que pueden intervenir en la cuestión que la persona me demanda, para poder entender lo que ocurre y tratarlo.
Cada psicólogo lo hace a su manera, yo procuro hacer esto en una sola sesión, que es más larga que las demás.
Independientemente de que puedan ser necesarias más sesiones, o no, generalmente se sorprenden de que todos esos miedos previos eran infundados y suelen lamentarse de no haberlo hecho antes...
Quizás mucha gente considere esto algo de perogrullo, sin importancia. Para mí la tiene, y mucha. Ir al psicólogo (al igual que dejar de fumar) es un proceso, y cada una de sus fases son importantes, aunque parezcan pequeñas o invisibles.
"El principio es la mitad del todo", (Pitágoras de Samos).